lunes, 12 de diciembre de 2011

APRENDE, PERO SEGURO

Yo pertenezco a la generación de los nacidos en el año mil novecientos sesenta y tres. Mi padre regentaba una tienda de motos en mi Lugo natal y mi mayor aspiración durante mi infancia era el llegar a los dieciséis años, edad en la que en aquellos tiempos te podías sacar la licencia para conducir ciclomotores, sin ningún tipo de examen, solamente con una declaración jurada de que te conocías las normas de circulación. Hasta entonces, me conformaba con mi bicicleta tuneada y con subirme a todas y cada una de los vehículos que teníamos en exposición, aparte de alguna furtiva salida con los “cascajos” usados que recogíamos a cambio de motos nuevas. Evidentemente, era un privilegiado, pues tuve la suerte de adquirir un mínimo de experiencia antes de enfrentarme al tráfico rodado. Nada más llegar a los dieciséis años, saqué el carnet A1, que permitía conducir motocicletas hasta 75 cc, sin el cual tampoco podías sacar la licencia federativa para correr en motos. Esto quería decir que el motociclismo, en aquellos tiempos, era un deporte vetado a los menores de dieciséis años, y el que quería y podía empezar a competir, partía prácticamente de cero a esa edad, con la licencia federativa “junior”, y la experiencia la iría cogiendo en las propias competiciones y en los escasos entrenamientos a los que podíamos asistir por cuenta propia y de forma totalmente autodidacta. Por suerte, los tiempos fueron cambiando y las normas federativas se desligaron de las normas de la DGT en cuanto a licencias se refiere. Eso propició que niños cada vez más jóvenes pudieran acceder al deporte de la moto, mientras se iban apareciendo en el mercado monturas adaptadas a cada edad y especialidad. Ahora, por fin llegamos a la fase quizás más importante: la creación de escuelas deportivas especializadas, que permiten a los más jóvenes el ir adquiriendo experiencia y pericia desde edades antes impensablemente cortas, con lo que conseguimos que el niño realice la actividad que le gusta de forma progresiva y con seguridad, dando al mismo tiempo tranquilidad a sus progenitores, que muchas veces eran el primer obstáculo que los jóvenes deportistas teníamos que superar. También conseguimos de esta forma encauzar una afición de una manera sana, evitando que estos chicos, al llegar a una edad en la que puedan salir a la calle legalmente con sus motos, intenten “mostrar sus habilidades” y se lancen al tráfico de manera fogosa e irresponsable, con el riesgo de pagar la novatada de manera peligrosa. Bienvenida sea pues esta iniciativa para promocionar “nuestro deporte” desde una edad temprana, como es obligado en la mayoría de los deportes, para que sigamos teniendo una cantera cada vez más abundante y mejor preparada. Un abrazo a todos, y adelante!
Andrés Bourio

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